Antes de explicar parágrafo por parágrafo, habría que hacer
una referencia, aunque sea mínima, a la nueva forma de escribir filosofía que
propone Nietzsche. Nietzsche proponía una crítica radical a la filosofía
tradicional y a la teoría tradicional de la verdad, hasta tal punto es esta
crítica que ella conllevaba una revisión del mismo lenguaje utilizado para
escribir. Dado que el punto epistemológico propio de Nietzsche es el del
perspectivismo (la realidad está en devenir, es plural y cambiante, y solo
podemos ofrecer visiones parciales de la misma), dicho perspectivismo no puede
valerse del concepto en lo que este tiene de momificador de la realidad (la
hace estática), sino de la metáfora.
Con el lenguaje metafórico rompemos la lógica.
Al mismo tiempo, es conocido que Nietzsche escribía en forma
de aforismos y pensamientos cortos. Esto hace que un pequeño párrafo puedan
existir multitud de referencias condensadas en grado extremo.
b) Sobre la idea del
texto en conjunto: la historia de la verdad.
No sería una exageración considerar este texto como una
síntesis reducida de toda la historia de la filosofía entendida como la
búsqueda metafísica de una verdad absoluta. El título mismo “Cómo el mundo
verdadero acabó convirtiéndose en una fábula, historia de un error”, nos da
buena cuenta de lo que sucede. La búsqueda de la verdad nace en un contexto
determinado y cumple ahí todo su cometido vital (Grecia), pero después se
estatiza y se vuelve inerte (el cristianismo), incluso cuando es atravesada por
la duda y el análisis crítico (modernidad: Descartes a Kant). La ciencia
positiva la sume en una crisis definitiva, que la hace inútil para la vida. Ese
es el momento del despertar del nihilismo, antes de penetrar en el mundo del
superhombre, en el que verdad y error dejan de ser palabras con significado
filosófico.
1. El mundo verdadero, asequible al
sabio, al piadoso, al virtuoso –él vive en ese mundo, es ese mundo. (La
forma más antigua de la Idea, relativamente inteligente, simple, convincente.
Transcripción de la tesis “yo, Platón, soy la verdad”).
En este párrafo, Nietzsche hace alusión al amanecer
filosófico, o mejor, al despertar filosófico propiciado por Sócrates/Platón. No
olvidemos que después de Platón la filosofía derroca la vieja visión del devenir
inspirada por la filosofía de los presocráticos anteriores a Parménides (y muy
especialmente Heráclito). Con Platón queda definitivamente instaurada la
filosofía como ideal de búsqueda de una verdad absoluta, como marco separador
de lo verdadero y lo falso, la permanencia y la apariencia o el cambio. Aunque
Nietzsche considere este turning point como completamente desastroso a largo
plazo (el cambio del paradigma dionisíaco por el apolíneo), concede
determinadas virtudes a ese pensamiento griego. Como menciona en el texto, en
mundo verdadero es asequible al sabio (el filósofo en busca de verdad) o al
piadoso y virtuoso (el hombre en busca de la bondad): esto quiere decir que
vida y verdad todavía no están separadas, sino que permanecen en una experiencia
vital única. Esto está repetido en “yo, Platón, soy la verdad”. La verdad
griega refleja para esos mismos griegos unas necesidades vitales propias, y
hacen que ese pensamiento no esté corrompido o degenerado por un futuro
devenir, como va a ocurrir después.
Hay que mencionar de Nietzsche que una idea de verdad es
necesaria en cualquier individuo para sobrevivir frente al cambio del mundo
real (lo que denomina Nietzsche la voluntad de poder y el principio de
individuación); ahora bien, el problema de la verdad aparece cuando esa idea
deja de reflejar un posicionamiento frente a la realidad y pasa a ser una
entelequia, una apariencia que intenta negar el devenir o la pluralidad de lo
real.
Indudablemente en este texto habría que hacer referencia a
la filosofía griega, especialmente Platón. Platón,
a través de su teoría de las ideas establecía una división del mundo real
(ideas inteligibles inmateriales, inmutables, eternas) y el mundo de la
apariencia (el mundo de los sentidos, material, sometido al cambio, pura
apariencia). Ahora bien, el filósofo tenía una misión que cumplir en este
mundo, la de cultivarse y también la de cultivar a los demás (la filosofía de
Platón tenía una clara intención política –transformación del mundo-, y no
meramente metafísica).
2. El mundo verdadero, inasequible por ahora,
pero prometido al sabio, al piadoso, al virtuoso (“al pecador que hace penitencia”)
(Progreso de la idea: ésta se vuelve más sutil, más capciosa, más inaprensible,
-se convierte en una mujer, se hace cristiana...).
La primitiva idea de verdad comienza a separarse de su
contexto vital explicativo y que era el que le daba sentido. La verdad deja de
estar asociada al vitalismo: el desdoblamiento entre el mundo de apariencias y
el mundo real ha comenzado. El mundo platónico, ahora revestido por los
pensadores cristianos, sitúa la verdad en el más allá, en un horizonte
inalcanzable para esta vida de finitud.
La verdad es utilizada para justificar un mundo de valores
contrarios a esa vida, una moral de resentidos, de débiles (y es aquí donde debe
entenderse los calificativos de mujer y cristianismo). Esa moral es para
Nietzsche, algo antinatural, algo contrario al vitalismo que debía regir la
moral. Aquí habría que recordar la distinción que establece entre la moral de
los señores y la moral de los débiles, lo dionisíaco y lo apolíneo. La primera,
de hombres aristocráticos (entendido aquí como “los mejores”), capaces de darse
valores a sí mismos sin que las convenciones cuenten para ellos; la segunda, la
de hombres temerosos de los fuertes, que inventan ese más allá para mantener su
dominio y lo instauran a través de la compasión por el prójimo, el dolor y el
sufrimiento (ese “pecador que hace
penitencia”).
Plateémonos aquí de pasada, la recepción de Platón por el
cristianismo, desde San Pablo (ampliamente criticado por Nietzsche en múltiples
escritos) y San Agustín (en el campo filosófico). Este último autor supone la
asimilación definitiva de la teoría de las ideas platónicas y su integración en
el nuevo dogma religioso. A pesar de la posterior recepción de Aristóteles por
Santo Tomás, Nietzsche observa que la sombra platónica, o la búsqueda de la
verdad platónica pervive).
3. El mundo verdadero, inasequible, indemostrable,
imprometible (edad moderna), pero ya en cuanto pensado, un consuelo,
una obligación, in imperativo (Kant)
(en el fondo, el viejo sol, (idea
platónica) pero visto a través de la
niebla y el escepticismo (crítica epistemológica, Descartes); la idea, sublimizada, pálida, nórdica,
konigsburguense). (nueva referencia a Kant)
La historia de la filosofía continúa avanzando. La filosofía
de la Edad Moderna representa un paso más en la configuración de ese “error en
la verdad”. Sin embargo, se desvelan las primeras grietas.
La teoría metafísica de la verdad comienza a ponerse en
duda, es decir, es atravesada por la crítica gnoseológica (el escepticismo que
empieza desde el Discurso del Método de Descartes hasta Kant, pasando por
Hume). El resultado de esta etapa crítica: las verdades de la vieja metafísica
son puestas en duda y refundadas hacia una nueva dirección. Efectivamente, la
crítica radical de Kant en su
Dialéctica Trascendental había demostrado que la metafísica no se adaptaba al
canon del conocimiento que permitían los juicios sintéticos a posteriori (los
juicios de la ciencia moderna) y que eran los únicos de los que teníamos una
certeza segura. Las viejas ideas de Dios, alma y la libertad eran postulados
metafísicos indemostrables (“inasequible,
indemostrable, imprometible”), pero no por ello completamente inútiles,
según Kant, porque su formulación teórica es necesaria para la justificación de
la ética (“pero ya en cuanto pensado, una
obligación, un consuelo, un imperativo”). Es lo que denominó los postulados
de la razón práctica. No olvidemos que ese consuelo o ese imperativo hace una
referencia a la ética kantiana del deber. Nuevamente la vieja ética cristiana
pervive y es justificada nuevamente.
En definitiva, a pesar de todo su aparato crítico, Kant
salva la vieja metafísica por la vía moral, lo que explica su última frase: el
viejo sol (es decir, la imagen de la idea platónica, representada en La República de esa forma) a través de
la niebla y el escepticismo (a través de la crítica epistemológica desde
Descartes a Kant). Lo pálido, nórdico, koningsburguense es una referencia
implícita a ese autor (Kant nació en esa ciudad, actualmente parte de Rusia).
La posición de Nietzsche frente a Kant: la metafísica ha
muerto, pero la ética también ha de sucumbir, puesto que la ética kantiana es
una ética que es justificada por el temor a un castigo en el otro mundo. Kant
es en definitiva, la perpetuación de la vieja moral y por ello debe ser
condenada.
4. El Mundo verdadero, inasequible? En todo
caso, inalcanzado. Y en cuanto inalcanzado, también desconocido. Por
consiguiente, tampoco consolador, redentor, obligante: a qué podría
obligarnos algo desconocido? ... (Mañana gris. Primer bostezo de la razón.
Canto del gallo del positivismo).
Las vieja metafísica no puede mantenerse ya en el siglo XIX.
Las ciencias radicalizan sus posiciones y ostentan un materialismo inevitable:
Darwin, Comte, Feuerbach, Marx muestran que la metafísica no solo es
indemostrable, sino un error. Por tanto, trasladar nuestras viejas esperanzas a
esa ética se revelan completamente insuficientes. De hecho, como empiezan a
criticar estos filósofos, sostener la vieja metafísica (y sostener la idea de
Dios) va en contra del mismo ser humano. Y esa será la idea que Nietzsche pone
en evidencia en los dos siguientes parágrafos.
En torno al positivismo, como idea secundaria, Nietzsche
advierte que este no es el punto final de la filosofía: el positivismo ha
destronado la vieja metafísica, pero todavía este aspira a convertirse en otra
fuente de verdad: las matemáticas y el empirismo, que acaban siendo igual de
deleznables que la vieja metafísica (la realidad no puede ser cuantificada). El
positivismo genera además la ilusión del “progreso” (la esperanza de una
sociedad mejor, en su línea liberal o en su línea socialista), pero esto oculta
los verdaderos propósitos del mismo: la irrupción del estado como el último
dios.
5. El “mundo verdadero” –una idea que ya no
sirve para nada, que ya ni si quiera obliga (Kant),- una idea que se ha vuelto inútil, superflua, por consiguiente
una idea refutada, eliminémosla. (Día claro; desayuno, retorno del bon sens y la
jovialidad, rubor avergonzado de Platón, ruido endiablado de todos los
espíritus libres) (Nihilismo destructor).
Primera aparición del nuevo horizonte filosófico, el vitalismo
nihilista. Aquí Nietzsche hace profesión de su propia su filosofía. ¿Qué es
lo bueno, la verdad? Aquello que resulta útil para la vida. Pero no la vida
inspirada por la vieja metafísica, o auspiciada por la esperanza en un más allá
desconocido, sino la vida bajo el horizonte de la finitud, es decir, bajo el
horizonte de nuestra vida inmanente, terrena, biológica. De hecho, esa vieja
metafísica se convierte en un impedimento para el desarrollo de ese vitalismo
nihilista (hay que eliminarla, como sugiere Nietzsche).
(aquí habría que mencionar a Platón evidentemente y su
teoría de las ideas, y por qué Nietzsche va contra ella; algo que he explicado
un poco en el primer parágrafo). En este vitalismo nietzscheano la razón se
convierte en algo negador de la realidad: la realidad es cambio, devenir, y por
tanto inaprensible por esa razón que intenta detener ese cambio.
Esta es la etapa del “ruido endiablado de los espíritus
libres”. Nos encontramos con la ruptura del nihilista, el gran negador de todas
las certezas previas. Según Nietzsche, en su teoría del superhombre, esta es la
etapa en el que el hombre es el “león”: obcecado a la labor destructiva de todo
lo anterior, incluido el positivismo. Ha abandonado la pasividad del “camello”
pero sin embargo todavía no es el superhombre (“el niño”).
6. Hemos eliminado el mundo verdadero: qué mundo ha quedado?
Acaso el aparente?... No, al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado el
mundo aparente! (Mediodía; instante de la sombra más corta; final del error
más largo; punto culminante de la humanidad, INCIPIT ZARATHUSTRA).
Eclosión y superación definitiva del nihilismo: la edad del
superhombre comienza aquí. Una vez eliminado el concepto de verdad, tampoco su
opuesto tiene sentido. Lo único que queda es por tanto una realidad plural y
finita, y un nuevo hombre para poblarlo: el superhombre. O el “niño” como
menciona en otros textos.
¿Qué propone ese superhombre o qué valores esconde por
detrás? Ante todo, superar esa idea de
verdad. A partir de ahora sobre la realidad cabe únicamente la continua
interpretación, y la aceptación de nuestra finitud. Esta continua
interpretación ya no puede hacerse a través del concepto o el número, como
hacía la filosofía o la ciencia. Tan solo queda la representación artística y
la metáfora, únicas formas de aprehender la realidad sin necesidad de hacerla
estática (la metáfora está abierta a multitud de reformulaciones y cambios de
sentido). Sobre la vieja moral, el superhombre se alza como generador de sus
propios valores, valores siempre inspirados por el ansia de vida. Muerta la
verdad, no existe lugar para penitencia, resentimiento o culpa.
Un hilo interesante que se desprende desde aquí sobre
autores más contemporáneos alcanza a autores como el segundo Wittgenstein o
Heidegger. De una forma u otra, estos autores comprenden o bien la hermenéutica
(interpretación) sobre la realidad o la importancia de la finitud (el ser para
la muerte de Heidegger).
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