Para esta ilustración tan sólo se requiere libertad y, a
decir verdad, la más inofensiva de cuantas pueden llamarse así: el hacer uso
público de la propia razón en todos los terrenos. Actualmente oigo clamar por
doquier: ¡No razones!. El oficial ordena: ¡No razones, adiéstrate! El asesor
fiscal: ¡no razones y limítate a pagar tus impuestos! El consejero espiritual:
¡No razones, ten fe! (Sólo un único señor en el mundo dice: razonad cuanto
queráis y sobre todo lo que gustéis, mas no dejéis de obedecer.) Impera por
doquier una restricción de la libertad. Pero, ¿cuál es el límite que la
obstaculiza y cuál es el que, bien al contrario, la promueve? He aquí mi
respuesta: el uso público de su razón tiene que ser siempre libre y es el único
que puede procurar ilustración entre los hombres; en cambio muy a menudo cabe
restringir su uso privado, sin que por ello quede particularmente obstaculizado
el progreso de la ilustración.
(Intro) El presente texto forma parte de
la pequeña obra de Kant ¿qué es la
Ilustración?, escrito divulgativo publicado en 1784 (poco antes de la
Revolución Francesa) y que pretende fomentar el desarrollo y extensión de las
ideas ilustradas, especialmente en relación con la tolerancia religiosa y la
libertad de expresión.
(Idea principal) En este párrafo, Kant
aborda cómo debemos extender la ilustración lo más rápido posible, y cuál debe
ser su requisito fundamental para esa expansión: el uso de la libertad, y en un
sentido muy particular, en cuanto expresión de lo que Kant llama como uso público de la razón. Este uso de la
libertad no es ilimitado, sino restringido por lo que él denomina el uso
privado de la propia razón. Por qué Kant restringe este principio de libertad es
precisamente lo que vamos a intentar explicar a continuación.
(desarrollo) Para Kant, la ilustración
significa el paso de la minoría de edad del individuo, sometido a tutores de
carácter político o religioso, hacia otro estado –la mayoría de edad- en la que
los individuos ganan su autonomía e independencia de juicio. Sin embargo, esa
ilustración podía poner en peligro el orden legal establecido si optásemos por
una vía revolucionaria, sin además alcanzar un mayor grado de libertad para los
individuos (Cambiaríamos un tirano por otro, según Kant). Para evitar esto,
Kant opta por el cambio dentro de las instituciones y por una ilustración
progresiva, basada en la educación y las reformas, que vayan concediendo
gradualmente parcelas de libertad a los individuos sin necesidad de romper ese
orden.
Es
en este ámbito en el que Kant desarrolla su doble sentido de libertad y al
mismo tiempo de obediencia social, como se desprende de su texto. El uso
público de la razón implica una idea de libertad, entendida como libertad de
expresión e imprenta, especialmente para el campo religioso, artístico y
científico. Esta libertad es ejercida por ciudadanos ilustrados y cultos (y por
tanto autónomos), que escriben para un público igualmente formado, y en la que
ya no cabe ningún lugar para la censura de las autoridades establecidas. Sin embargo,
esta libertad tiene como límite fundamental el respeto del orden social. En
cuanto que estos mismos individuos autónomos ejercen una función y un puesto concreto
dentro de la sociedad establecida, ellos están obligados a respetar y seguir
las prescripciones y reglamentos que emanan de ese puesto (por ejemplo, citará
Kant, en el caso de un contribuyente, un soldado o un sacerdote, que deben
respetar las leyes y jerarquías en cuanto ejercen ese rol social y profesional).
Esta distinción la establece Kant como salvaguarda de cualquier conato
revolucionario que haga peligrar el orden político vigente (en su caso, la
monarquía absoluta de Federico II de Prusia). Universalizar la desobediencia
hacia una ley, incluso siendo ella injusta, lleva según Kant a situaciones
contraproducentes (y contrarias al imperativo categórico).
(consecuencias
políticas) A pesar de su aparente moderación, Kant sabe perfectamente dónde
puede extender su noción de libertad más ampliamente: el campo religioso. Es en
esta esfera donde el autor se vuelve más exigente y atrevido, solicitando de
las autoridades políticas la división entre el estado y las instituciones
religiosas, la limitación de toda censura religiosa, y la consideración de la
religión como parte de la esfera de decisiones privadas de los individuos, que
no conciernen a ninguna autoridad política, incluyendo al monarca absoluto.
Esto
último entra dentro del programa típicamente ilustrado y reformista de la
Ilustración, que ya había sido esbozado un siglo antes por John Locke, y que otros ilustrados como Voltaire o Diderot habían
extendido por Europa, hasta el punto que la tolerancia religiosa y el deísmo
(la creencia racional en un ser supremo, creador del universo y el orden moral
del mundo) se confunde directamente con el pensamiento de la Ilustración.
(conclusión).
A pesar de incidir aquí en otros autores ilustrados, la tensión del texto se
refleja en dos autores contrarios que inspiran a Kant: Rousseau, por un lado, con su defensa de la libertad de los
individuos y del derecho de los pueblos a gobernarse ellos mismos (la voluntad
general), frente al autoritarismo pesimista de Hobbes, en el que la caída de un orden social nos llevaría
inequívocamente a un brutal estado de naturaleza y la consiguiente guerra
civil. Kant, a pesar de ser un liberal convencido –hecho que se desprende de su
filosofía ética y de su propio imperativo categórico- se ve obligado a navegar
en las circunstancias históricas de su tiempo y esto le obliga a aceptar de facto el orden establecido, incluso
aunque no se sienta identificado con él plenamente.
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