TEMA 1: LA FILOSOFÍA. CONCEPTO Y CORRIENTES BÁSICAS (1º BACH.)

 

TEMA 1.

LA FILOSOFÍA:

CONCEPTO Y CORRIENTES BÁSICAS.

 

 1.  Introducción: el hombre subido al bolindre y Sócrates.

2.  Punto de partida: la cotidianidad.

     3.  Segundo paso: experiencias límites.

     4.  Respuesta a esas experiencias.

5.  La respuesta filosófica.

6.  Distintas etapas filosóficas.

6.1.    El nacimiento en Grecia.

6.2.    La filosofía de la certeza.

6.3.    La filosofía de la emancipación.

6.4.    La filosofía de la sospecha.

 

 

1. El hombre subido al bolindre.

Empezamos por un chiste digno del Sr. Zamorano, distinguido ex alumno del colegio y famoso por sus chistes malos: “Había alguien tan pequeño, tan pequeño que se subió a un bolindre y se creyó que estaba subido al mundo”.

Nuestra primera reflexión de filosofía empieza con conocido dicho. Y pensemos el chiste en sentido figurado (es decir, como una metáfora o una imagen)  y al protagonista del chiste no como alguien que es un enanito físico, sino más bien mental.

Hay muchas formas de creer que el mundo es un bolindre. Podemos convertirnos en enanitos por ejemplo, si creemos que vamos a hacer toda nuestra vida lo mismo que los adolescentes de colegio, quienes crean que el mundo se reduce a Cáceres y que todos son como cacereños, o quien se crea que el mundo es sólo el contenido de páginas web o de la televisión o una alegre caza de Pokemon. Y no es una cuestión de frikis: somos potencialmente más catetos e ignorantes de lo que nunca podemos imaginar. En cierta medida dependerá de nosotros si construimos el mundo como un bolindre o si tomamos el mundo como realmente es: algo mucho más complejo de lo que nuestras ingenuas cabecitas pueden pensar.

Existen dos alternativas bien claras. La primera es dejar las cosas como están, pensar que efectivamente somos seres que no necesitamos más de lo que sabemos para ser independientes el día de mañana, y acomodarnos en nuestro pequeño mundo sin que nadie perturbe nuestra paz. El bolindre es pequeño, pero ¿a nosotros qué nos importa, si estamos satisfechos?

La segunda opción es aparentemente la más difícil. Nos paramos a reflexionar sobre nuestra propia ignorancia, intentamos ver más allá de lo que las cosas parecen ser. Las cosas tal vez no sean como nosotros creemos que son. Y si no son como creemos que son, habrá que actuar en consecuencia. En definitiva, la filosofía va a partir de una actitud determinada ante la realidad que nos rodea.

 

 

 

2. Punto de partida: la cotidianidad.

En nuestra vida diaria, los hombres tendemos a rodearnos de cosas, personas y rutinas conocidas, que es lo que de alguna manera configura nuestra experiencia cotidiana. Esta experiencia es lo que los actuales psicólogos reconocen hoy como zona de confort. Una zona a la que estamos acostumbrados, que transcurre sin sorpresas y que marca el desarrollo de nuestra existencia(desayunar-wassap-iraclase-wassap-comer-wassap-siesta-teleinstagram Fifa-youtube amigos-wassap-lolCallofdutyfornite-estudiar-fiesta findesemana-familia-cenar-dormir). No quiere decir que sea buena ni mala. Podemos vivir machacados o amargados (por ejemplo, si no nos gusta ir al colegio y estudiar), y sin embargo, estar relativamente a gusto por ser lo que conocemos (encontrarnos con la misma gente y rutina).

Estos parámetros recogen nuestra experiencia cotidiana. En cierta medida están marcados por las convenciones sociales[1] del tiempo que nos tocan vivir, compromisos que son inevitables y que tenemos que asumir, y están justificados porque supuestamente nos resultan de nuestro agrado particular (como era cazar pokemon hace unos años) o bien son útiles (“estudia, que tienes que ser alguien el día de mañana”). Esas motivaciones revelan lo que se entiende como cotidianidad, y que algunos filósofos pedantes llamaron la “facticidad de lo dado”.

 

3. Segundo paso: del asombro a las experiencias límites.

Nuestro conocimiento o curiosidad de las cosas quedaría reducido a ese ámbito de la utilidad o de lo inmediatamente placentero. Pero esa cotidianidad se rompe ante cosas que nos llaman la atención, que nos desagradan, nos parecen inmorales, o que por el contrario nos parecen fascinantes. Algunos ejemplos del profesor en sus  paseos por el parque del Príncipe cuando pescaba ranas:

a)    Hace unos años, cuando Luis y Raúl hacían kilómetros en plena fiebre Pokemon, me indignaba: ¿por qué millones de personas se dedicaban a perseguir y entrenar Pokemon y no se preocupan por reciclar basura, cuidar animales o conocer la naturaleza que les rodea?

b)   En el último verano, ¿por qué la gente hacía grupos, se escondían detrás de los arbustos para dejar las mascarillas de lado, cuando puede ser una conducta de riesgo y poner en peligro a sus mayores?

c)    Voy dando un paseo y me encuentro en el cielo un diminuto arco iris al atardecer. Sus colores me llaman tanto la atención que investigo el efecto óptico en la atmósfera y descubro que es un parhelio, extraño fenómeno atmosférico causado por hielo y luz.

              

Estas experiencias  conllevan sentimientos de asombro, curiosidad, indignación, proceso de duda, y nos lleva a investigar, aprender o cuestionarnos críticamente las intenciones e intereses que subyacen a multitud de comportamientos de nuestra vida común. En el último caso, el asombro ante el orden en el mundo de la naturaleza, y la búsqueda de una explicación racional es para filósofo Aristóteles el primer paso en la filosofía.

Sin embargo, ese cuestionamiento de lo establecido puede concluir ahí en la respuesta a esa situación concreta y nada más. Pero por desgracia a veces, y por fortuna en otras, la experiencia humana se ve abocada a situaciones límites que nos separan por completo de esa vida cotidiana.

Algunas de esas situaciones límites son neutrales y no dramáticas. Pensemos en el hecho de la persona que viaja a otro país, no como turista, sino como trabajador o estudiante. La situación límite aparece cuando el “extranjero” se va encontrando con situaciones que no le son para nada cotidianas o corrientes. En ese instante, el “extranjero” se replantea cosas: lo que pensaba que era normal, no lo es tanto en otros lugares, y tal vez aprenda costumbres nuevas. Ese “extranjero” posiblemente se haga más tolerante ante las diferencias humanas que aquel que nunca ha salido de su ciudad. Pensemos que este contacto cultural fue fundamental en el nacimiento de la filosofía griega. 

Por desgracia, muchas situaciones límites provienen de hechos dolorosos: perdemos a nuestra pareja, nuestro grupo de amigos nos da de lado, o somos humillados en público por alguien. En esos momentos, las circunstancias cotidianas se olvidan por un instante. Tal vez nos importe poco que tengamos un ejercicio que hacer al día siguiente o algún otro tipo de obligación urgente. Nos planteamos un cierto absurdo en esa existencia cotidiana, nos preguntamos para qué hacemos las cosas, cuál es su  sentido más último.

Sin embargo, esa experiencia, si bien es un primer paso, todavía no adquiere su máxima radicalidad. La radicalidad depende a veces del grado de ultimidad que otorguemos a la pregunta. Por ultimidad podríamos interpretar abstracción en la pregunta, el grado de extensión y profundidad. Si, por poner un ejemplo, cuando somos testigos de una desgracia, pasamos a plantearnos ya no por el sentido de nuestra vida privada, sino por el sentido de la existencia humana en general: por qué el ser humano, por ejemplo, se enfrenta a la injusticia del mundo, a la maldad de sus semejantes, una guerra, una hambruna o un accidente aéreo en el que mueren niños.

 

Distintas experiencias límite: el encuentro con otros necesitados (Teresa de Calcuta), el sentimiento de la muerte en la creatividad de un artista (Mozart) o el descubrimiento de una ley física por un científico (Einstein). Todas estas experiencias cambian nuestra forma de ser y nos hacen cuestionar nuestro lugar en el mundo y nuestras relaciones con él. La ética, el conocimiento o el arte se convierten en estos casos en los instrumentos por los que canalizamos nuestras experiencias e inquietudes.

 

4. Respuesta a las experiencias límites.

Es en ese punto en el que nos acercamos a nuestras disciplinas humanísticas. Por ejemplo, la HISTORIA nos enseñaría a discernir cuáles han sido los errores del pasado para prevenirlos en el futuro (“sin historia, los hombres están condenados a repetir los errores del pasado”, señala Ortega y Gasset[2]), la EXPERIENCIA RELIGIOSA nos señala por ejemplo la naturaleza de nuestra persona, nuestras obligaciones con nuestra sociedad o nosotros mismos de acuerdo a que todos somos creados por un Dios personal, mientras que la LITERATURA o el ARTE nos muestran vías de expresión más subjetivas y personales para esos anhelos, a través de una experiencia estética.

Nosotros no aprendemos un tedio[3] de historia o de arte por el hecho de tener que ser cultos (especialmente cuando nos olvidamos de ello nada más salir de un examen). Son importantes de aprender por el hecho seguro que a lo largo de la vida encontraremos tal vez este tipo de experiencias-límites que trascienden ese ámbito de lo cotidiano. De hecho, como veremos en los siguientes temas es especialmente la experiencia artístico-estética y la religiosa, la que nos separa definitivamente a nivel evolutivo del resto de los animales.

Evidently, más de uno puede llegarse a plantear que él no necesita este tipo de disciplinas en cuanto que está cómodamente instalado en el mundo de hoy. ¿Para qué pensar estas cosas teniendo placeres como el fútbol, la play o Internet, o obligaciones tan apremiantes como encontrar un trabajo? Ante esto no hay respuesta. Estas experiencias humanísticas se encuentran o no se encuentran, se ven o no se ven en nuestra vida. No hay una ley científica que nos diga que el hombre no pueda llegar a vivir toda su vida bajo la sombra de su entorno más limitado y sin plantearse nada más que eso, por  lo menos de forma consciente. Sin embargo, hay que saber que consumimos productos culturales (películas, música, anuncios, páginas web, revistas, periódicos) producidos por gente a veces bastante más inteligente que nosotros y que sí tiene muy presentes todas estas disciplinas humanísticas. Y algo aún peor, podemos ser fácilmente manipulados en nuestra ignorancia.

Llegados a este punto, nos planteamos ahora: ¿cuál es la peculiaridad de nuestra disciplina respecto al resto? Y nos volveremos a plantear: ¿para qué rabanos nos interesa la filosofía?

 

 

5. La reflexión filosófica

Frente a los saberes anteriores, la filosofía es algo tardía. La experiencia artística y religiosa se remonta al hombre de Neanderthal, por lo menos hace 35.000 años. El poema épico de Gilgamesh, una de las primeras expresiones literarias conservadas de la humanidad, se remonta a más de 4000 años. La reflexión filosófica sólo surgió en el siglo VI a.C. y además en un entorno geográfico mucho más limitado, Grecia, y también -con cierta cautela- en la India, China o después en el Islam. La reflexión filosófica tal como la planteamos se limita por tanto a un saber producto de una geografía y una historia específicas: la cultura occidental, y europea. La reflexión filosófica es una experiencia y saber humano de un tiempo y una cultura concreta. 

 

Siendo conscientes de esto, denominaremos al saber filosófico como aquella pregunta que interroga por la realidad como totalidad desde el punto de vista de la explicación racional. Esta explicación rudimentaria, que nos puede llevar a equívocos, es preciso matizarla. La filosofía precisa:

 

I. Una ruptura de la cotidianidad, que implica una sorpresa, una actitud curiosa por conocer o la puesta en duda del saber recibido. For instance: el “viajero” duda que sus creencias anteriores sean verdaderas cuando se encuentra gente que no piensan como él, el “científico” que observa algo de la naturaleza que le llama la atención, o el “indignado” que protesta contra la corrupción de los políticos. Las experiencias límite ayudan a este cuestionamiento.

 

II. Una toma de conciencia de nuestra ignorancia. Creíamos saber lo suficiente, y ahora nos sentimos motivados a reconsiderar la situación y aprender cosas nuevas. El “viajero” suspende su juicio y no se atreve a formular nuevos juicios por miedo a equivocarse.

 

 III. Una respuesta que intenta ser total, que va “más allá de lo cotidiano”, que incluye todos los aspectos de la realidad humana, que pueden incluir una epistemología (el conocimiento humano), una metafísica (la esencia última de la realidad), una antropología (el hombre), una ética (lo bueno), una teodicea (la divinidad) y una estética (lo bello). Pero en realidad, podemos filosofar de cualquier aspecto, desde el fútbol hasta los pokemon. Esta reflexión, si no desinteresada, es al menos desprovista de utilidad a corto plazo, y está promovida por el mero deseo de conocer o el de criticar algo que nos parece que está mal.

 

        IV. Una fundamentación racional sólida.  El acercamiento que hacemos a estos temas está marcado fundamentalmente por el uso de nuestra racionalidad. Buscamos explicaciones que son coherentes, razonables, y que no se basen solo en intuiciones, emociones, tradiciones o prejuicios. Pensamos las cosas reflexivamente y de forma profunda. A diferencia de la ciencia, sin embargo, no reducimos nuestra reflexión a lo que podemos ver o comprobar.

 

V. Una argumentación lógica. Es decir, nuestro discurso ha de ser coherente en sí mismo, sin contradicciones en los distintos pasos que demos en nuestros argumentos. No podemos contestar “blanco” y a continuación afirmar “negro”. 

 

 VI. Una búsqueda continua. La filosofía no termina por lo general con respuestas concluyentes. Es un proceso de espiral abierto a nuevos argumentos y fundamentaciones. El filósofo seguirá investigando: cuanto más cerca del centro de la espiral, mejor.  

 

VII. Un comportamiento consecuente con lo que pensamos. Saber determinadas cosas puede tener consecuencias, y los filósofos aprecian mucho el ser auténticos con sus propias convicciones e ideas, y críticos con aquello que consideran falso o injusto.

                             

 

Respecto a la tradición o las costumbres heredadas, la filosofía supone una puesta en duda del saber recibido por el mero argumento de autoridad (esto es, la autoridad de la historia o de nuestros antepasados sobre un argumento).  Respecto al mito, la filosofía busca una explicación última de carácter racional para el hombre y la naturaleza. Respecto a la ciencia, aunque mantiene un acercamiento racional hacia la realidad, ésta se centra únicamente en la observación y la experiencia empírica[4],  el contraste de hipótesis y la formulación de leyes universales; además este saber tiene un interés eminentemente práctico: el progreso técnico y la utilidad que conlleva cada descubrimiento científico. La búsqueda filosófica tiene un campo de acción mucho más abierto, sobre entidades y conceptos que no son tangibles (es decir, no aprensibles por nuestros sentidos), pero sobre los que sí podemos reflexionar racionalmente.

For instance: la ética o la religión. Sobre qué es lo bueno y lo malo, o si existe Dios o no, la ciencia no emite ningún juicio y se mantiene en el escepticismo o en el agnosticismo[5]: no es algo comprobable o tangible. Y sin embargo nosotros podemos proponer razones para creer en Dios o no, o argumentos para obrar de una forma u otra respecto a nuestros semejantes. 

 

6. Distintas periodos en la reflexión filosófica.

 Sin embargo, no siempre las preguntas últimas y temas tratados (o por decirlo de otra forma, los sentimientos y experiencias vitales) que nos inducían a la filosofía han sido los mismos a lo largo de la historia. De hecho, a lo largo de los 2500 años de historia de la flosofía, podemos reconocer varios enfoques primordiales –hay más-:

 

a)    Los orígenes en Grecia (edad antigua y medieval).

b)   Filosofía de la certeza (edad moderna).

c)    Filosofía para transformar el mundo (siglo XVIII-XX).

d)    Filosofías de la sospecha (siglo XX)

 

6.1.      El nacimiento de la filosofía en Grecia.  

Ø  Los presocráticos: la naturaleza

La filosofía nació en Grecia en torno al siglo VI a.C. Toda una serie de factores se dieron cita en las ciudades de Grecia y Asia Menor (Turquía, ver el mapa) para que este nacimiento fuera posible. Entre otras cosas, el comercio y la democracia supusieron que gente de muchos lugares se dieran cita y pudieran compartir sus opiniones respecto a lo que creían que era el mundo, los dioses, la muerte o el hombre. Visto que ninguno lograba convencer a los demás, decidieron que había que optar por otro método para encontrar alguna respuesta a esas preguntas últimas que se hacían. Ese fue el método racional del que partiría la filosofía presocrática: el mundo ya no tendría una explicación mítica, sino puramente racional.

Por ejemplo, el primer filósofo, Tales de Mileto, sostenía que el mundo y la vida provenían del agua, y no de algún Dios. La razón que daba era que el agua ocupaba una buena parte de la tierra y que además los seres vivos necesitaban irremediablemente de ella para sobrevivir. Tales utiliza un argumento racional para sostener semejante cosa, no un mito: el que estemos de acuerdo con eso o no es secundario. Con Tales de Mileto no nace solo la filosofía, sino que también lo hace el espíritu científico.

 

Ø  Los sofistas y Sócrates: la política.

Sin embargo, la filosofía pronto encontró una utilidad que la desfiguró rotundamente y la colocó en una encrucijada. Los filósofos argumentaban utilizando la palabra. Pero esa palabra no solo valía para responder preguntas abstractas y últimas. También se usaba para convencer y persuadir quien tiene la razón en una democracia, quién lleva las de ganar en un juicio. Así, nos encontramos en el siglo V a.C. con una generación de filósofos que se enriquecen como persuasores de masas. El filósofo se convierte así en el publicista de la época, el creador de marketing político, el abogado enrevesado. Para ellos, la verdad no es importante: viene dictada por los intereses de quienes le pagan. Hoy se puede defender una cosa, y mañana otra: lo que importa es saber vender la nueva opinión y convencer. El relativismo (todo vale) se imponía no solo como forma de comprender el mundo, sino también de comportarse en él.

Ante esta situación, aparecerá la figura de Sócrates, paradigma posterior para la filosofía. La historia de Sócrates es la de un griego que se tomaba seriamente las cosas que ocurrían en su ciudad, Atenas. Como educador que era, estaba cansado de políticos que manipulaban a la gente con bellas palabras. Al final se convirtió en el “tábano” crítico de su sociedad, y naturalmente, a causa de sus picotazos comenzó a caer muy mal entre muchos. No importaba tanto si Sócrates tenía razón o no en lo que discutía: a veces acertaba y a veces metía la pata; pero lo que realmente molestaba de Sócrates era su autenticidad, el no venderse a ninguna moda y ser coherente con sus propias ideas.

 

 


 

La muerte de Sócrates

   Al final, los gobernantes de la ciudad de Atenas, hastiados de la prepotencia y la sabiduría de Sócrates, le tendieron una trampa: le acusaron de impiedad –no adorar a los Dioses y maleducar a los hijos- y le condenaron a beber la cicuta, una infusión venenosa y mortal. Sin embargo, los guardianes que custodiaban a Sócrates le ofrecieron la posibilidad de salvarse. “Escápate”, le dijeron, “y salva tu vida”. El dilema era claro: si Sócrates aceptaba salvaría su vida, pero pondría en entredicho todas aquellas enseñanzas que había proclamado. Una de las enseñanzas que ofrecía Sócrates era que si eres ciudadano de Atenas debías cumplir con la ley, incluso si era injusta o iba en contra de tus intereses. Los deberes y el respeto a la ciudad estaban por encima de los intereses de los individuos. Si Sócrates quedaba en la cárcel, la muerte era segura, pero nadie podría reprocharle que no había sido coherente consigo mismo. Contra todo pronóstico, Sócrates se quedó en la cárcel y se suicidó. Su muerte quedó para la posteridad como el deseo del filósofo de ser auténtico con sus propias ideas y con la idea de justicia. La decisión fue una bomba política: la democracia ateniense quedó condenada por haber matado al mejor de sus sabios, y no sobreviviría mucho más tiempo al de su víctima.

 

 

 

Ø  Platón y Aristóteles: el orden metafísico.

Este es el enfoque griego con el que nace la filosofía pero que emerge con fuerza en Platón y Aristóteles. El filósofo intenta “descubrir” el orden de la realidad y el hombre. La reflexión filosófica nace de una admiración hacia un mundo exterior que tiene un profundo sentido y reglas internas (la noche sucede al día, el invierno al verano, el sol da vueltas a la tierra, los días duran siempre lo mismo...). No le satisfacen las respuestas del mito y la religión, pero sin embargo está seguro de la existencia de un orden racional  del universo (y del hombre, en cuanto integrante de ese universo). Este acercamiento está centrado en la especulación metafísica: la explicación del último sustrato de la realidad. La metafísica no se pregunta, por ejemplo, por la primera sustancia del universo o el Big Bang, pero sí por si el universo y el conjunto de la realidad es solo material, si es eterno o ha sido creado por un Dios, o si existe otras realidades alternativas a esta. Son preguntas ya puramente filosóficas, que rebasan el ámbito científico.

¿Qué deben hacer los hombres? Pensemos la siguiente metáfora: Platón compara al sabio como una persona que vive en un mundo de sombras (las sombras son nuestro conocimiento de los sentidos) y busca la luz del sol que disipe esa oscuridad. La sabiduría es la contemplación del sol: el sol (una metáfora del Orden racional y justo del Cosmos) es ese elemento exterior a nosotros que otorga sentido y orden a la realidad. Aristóteles va más allá que Platón: el mayor virtuoso de este mundo es aquel que es capaz de dedicarse a la vida contemplativa del estudio, sin tener que preocuparse de ninguna otra cosa.  



 

Platón: el Mito de la Caverna.

Platón propone el siguiente mito para explicar la actitud del buen filósofo. Es tal vez la metáfora más famosa de toda la historia de la filosofía.

Imaginemos una cueva siniestra y oscura, y en el fondo de esa cueva están unos cuantos hombres encadenados. Detrás de ellos hay un muro alto y tras él pasan hombres mostrando objetos. Estos objetos son reflejados por la luz de la hoguera en la pared de la gruta. Estas sombras (que es el conocimiento aparente y falso de la realidad) son la única cosa que ven esos hombres encadenados durante toda su vida. Su conocimiento del mundo es por tanto, limitado, falso, pero creen saber la verdad, porque nunca han visto otra cosa.

Uno de estos pobres desgraciados logra escapar y consigue salir de la caverna. En su asombro, se da cuenta que el mundo es más complejo de lo que él creía. Al principio la luz exterior le dejará deslumbrado, pero poco a poco, irá acostumbrándose a ella. Aprenderá a reconocer todos los objetos que son iluminados por el sol, mucho más próximos a la verdad que los iluminados por la luz de la hoguera dentro de la hoguera. Al final, logrará contemplar el mismo sol.

Este sol representa el máximo saber filosófico, y no lo olvidemos, es una sabiduría exterior al hombre y representan la auténtica realidad. El hombre tan sólo la descubre. Después  ese hombre sabio, consciente de su descubrimiento, vuelve a la caverna, intentado convencer a los otros que están equivocados y el mundo es mucho más amplio, pero, poor little fool!! es asesinado.

Pensemos que esta idea se ha repetido en multitud de ocasiones. En la película noventera The Matrix, los hombres vivían en el mundo virtual creado por un programa informático. Ese es el mundo de sombras al que los hombres viven encadenados en la caverna. Las fake news, la televisión, Internet, Pokemon Go, pueden formar parte de ese mundo virtual que nos puede hacer olvidar la realidad auténtica en la que vivimos...

 




6.2.      La búsqueda de la certeza total: la filosofía moderna.

Muchísimo tiempo después, la filosofía dará un giro radical. Este es el enfoque que nace del siglo XVII, producto de una crisis cultural, social y económica gravísima (el Barroco). El cristianismo está dividido, los hombres guerrean (el hombre es un lobo para el hombre, recordará Hobbes, y él mismo dice en su biografía que “él tenía un hermano: el miedo”). Los primeros pensadores de este periodo (Hobbes, Spinoza, Descartes, Leibniz, Galileo) son grandes viajeros, gente que sufre en sus carnes las guerras y la desolación de toda Europa, que debe emigrar de sus países a veces por su pensamiento. Ya no estamos seguros de nuestro Dios (todavía todos son cristianos, pero unos son luteranos, otros católicos, otros calvinistas...), y mucho menos de un orden racional en el mundo como el que se proponía desde la antigüedad (la tierra y el hombre ya no están en el centro del universo, después de Copérnico).

El proceso de duda sobre lo que creíamos saber se hace en esta época mucho más radical y por tanto la preocupación por la fiabilidad de nuestro conocimiento se convierte en tema central de su filosofía. La búsqueda de una certeza indubitable, que en cierta medida, les proporciona una seguridad filosófica, marca la filosofía de la modernidad. Esa búsqueda, como veremos, parte del descubrimiento del yo como garante de esa certeza de la que no se puede dudar. Si antes la filosofía buscaba el orden de las cosas fuera del sujeto, el proceso ahora será el contrario.

 Fruto de esta filosofía aparece una característica que pervivirá en la cultura europea: la filosofía surgió como miedo ante un mundo adverso y conflictivo. Ahora esta filosofía se convertirá en el pensamiento científico: la “buena sabiduría” servirá para dominar esa naturaleza hostil, a través del conocimiento de sus leyes internas (matemáticas) y la experiencia empírica (física, química, biología…). Utilizamos la ciencia o la filosofía no para quedarnos contemplando, como hacía Aristóteles, sino para domar una naturaleza que muchas veces es contraria al hombre. De esta forma de pensar surge la técnica.

 



 

DESCARTES Y LA DUDA METÓDICA

Descartes es quizás el mejor ejemplo de búsqueda de una certeza de la que no se pueda dudar. Las inseguridades y  calamidades de su época (el siglo XVII) le empujaron a alcanzar algo de lo que pudiera estar completamente seguro y a partir de ahí, iniciar su labor como filósofo y matemático. Para ello, Descartes propuso su famosa “duda metódica” en su libro El Discurso del Método. Este libro viene a decirnos lo siguiente:

 

a)    Descartes pone en cuestión los aprendizajes del “libro del mundo”. Viajando por toda Europa, siguiendo cortes y ejércitos, se va a encontrar con que cada país tiene su religión propia, costumbres y sus leyes, y por tanto, no hay nada seguro en la vida corriente. Igualmente, Descartes rechazó la sabiduría de los libros, puesto que en las escuelas se enseñaban filósofos antiguos irrelevantes para su época. Por el mero hecho que Aristóteles diga que el sol da vueltas a la tierra, eso no le da relevancia a su tesis (crítica al argumento de autoridad).

b)   Llegado a ese punto de rechazo tanto al mundo como a la enseñanza recibida, Descartes propone preguntarse a sí mismo los problemas filosóficos que le preocupan. Se arrima a la estufa, se rasca la cabeza y comienza a pensar. Y aquí es donde inicia la auténtica duda metódica, que consta de estos pasos:

 

1.    Primera duda: nuestros sentidos nos engañan (pajita en un vaso de agua). Ahora bien, el hecho de dudar sobre la flexibilidad de la pajita, no hace que dudemos sobre la realidad de la misma: está ahí.

2.    Segunda duda: la vigilia y el sueño. Aunque creamos que esa realidad está ahí, tenemos estados mentales en los que no estamos tan seguros de esa realidad. Cuando dormimos o nos despertamos de súbito, por ejemplo. 

Sin embargo, estemos dormidos o despiertos, las matemáticas o la lógica sigue ahí. 2 y 2 son cuatro, en sueños o en realidad, o el principio de contradicción: Salma no puede ser no-Salma al mismo tiempo.

3.    tercera duda: el genio maligno. Aparentemente, las matemáticas están fuera de toda duda. Y sin embargo, Descartes sigue desconfiando: ¿no será que exista un genio maligno, un duendecillo verde, que nos está engañando constantemente, allí donde creo que hay verdad y orden? Esta posibilidad es realmente difícil, pero como Descartes quiere algo más allá de toda duda, la tiene que plantear con toda su crudeza.

 

c)    Llegados a este punto, parece que no podemos esperar encontrar nada seguro en nuestras vidas. ¿Qué va a hacer el pobre Descartes? Parece que toda verdad es imposible de alcanzar, pero en ese momento se le ocurre el siguiente argumento. Puedo poner todo en duda y cuestión, pero eso me permite alcanzar una verdad: estoy pensando, y en cuanto que pienso, estoy existiendo: de ahí viene la frase cogito ergo sum (pienso luego existo). A partir de ahí nos encontramos con las siguientes certezas:

-          Existe el yo, el sujeto pensante.

-          Existe el pensamiento y la razón, como actividad de ese sujeto.

-          Existen las ideas (representaciones mentales), en cuanto que cuando pensamos, pensamos sobre algo.

A partir de  estas tres verdades, Descartes se va encontrar capacitado para justificar las matemáticas y la ciencia, que es su objetivo principal. Pero eso lo dejaremos para el año que viene…



 

 


6.3 La filosofía como emancipación y crítica hacia lo establecido.

 El filósofo se encuentra con graves problemas humanos y propone las respuestas teóricas para resolverlo. No se trata en este caso, de un conocimiento puramente técnico: un ingeniero que abre una mina para ayudar a los pobres o de un médico que cura a un enfermo. El filósofo da razones de por qué, por ejemplo, ese comportamiento es bueno, o por qué es preciso acabar con la pobreza en el mundo. Aquí comienza la filosofía política: aquella que busca un orden justo no para el individuo, sino para la sociedad entera.

En esta interpretación de la filosofía no buscamos conocer qué es la realidad para contemplarla y saber qué es la verdad. No nos movemos por la admiración ante la realidad, sino por el deseo de justicia y de obrar bien con nuestros semejantes y nosotros mismos cuando nos encontramos ante situaciones injustas o malvadas.

Esta filosofía nace ya con Sócrates y Platón. Sócrates actuaba como crítico de la sociedad y la democracia ateniense con su afinada ironía y sus dardos contra los sofistas y manipuladores. Para Platón, en el mito de la caverna, es preciso transformar el mundo una vez descubierta qué es esa realidad. Cuando el prisionero sale de la caverna tiene la necesidad imperiosa de volver dentro y convencer a los prisioneros de su equivocación. Si al salir de la caverna descubre qué es la verdad y el bien, al volver a entrar descubre la obligación de enseñar a los demás lo verdadero y lo bueno.

 

Ø Kant y la Ilustración.

Sin embargo será con la ilustración (siglo XVIII) cuando esta visión alcance su hegemonía. Los filósofos se hacen amigos y consejeros de los reyes absolutos porque tienen la esperanza de que con su acción, el mundo será mejor y la sociedad será menos injusta. Es la época del despotismo ilustrado, en la que existe una convicción de mejorar la situación general de los pueblos europeos con reformas de todo tipo. Pero esas reformas se tienen que hacer siempre a la luz de la razón humana y conducentes a una mayor libertad de los individuos.  

De acuerdo con los filósofos ilustrados, conocimiento y libertad van de la mano. Solo sabiendo lo que hacemos, seremos responsables de nuestros actos, y seremos auténticamente libres. No existe libertad sin conocimiento ni responsabilidad individual. Un animal salvaje aparentemente es libre para moverse de un lugar para otro, pero solo se guía por sus instintos. Un ser humano, sin embargo, es libre, porque es consciente de su propia libertad y es responsable de sus actos. Como decía Inmanuel Kant (siglo XVIII), hay que atreverse a saber, para superar la minoría de edad de los hombres.

Mientras somos niños, es completamente lógico y necesario que necesitemos tutores que nos ayuden porque no estamos suficientemente formados. Pero llega un momento en el que nuestras capacidades están desarrolladas, y si logramos (y nos dejan) hacer uso de la razón, seremos autónomos y completamente libres. Este paso, según Kant, requiere en los individuos cierto valor y asumir su propia responsabilidad en su propia formación:  

 

“Uno mismo es el culpable de dicha minoría de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para servirse del suyo propio sin la guía del de algún otro. ¡Sapere aude! ¡Atrévete a saber!” (Kant, Qué es la Ilustración, 1784)

 

Cuando no es nuestra debilidad o pereza, sino los factores exteriores al sujeto (una monarquía absoluta, una iglesia, un dictador o incluso una red social) los que no nos deja ejercer nuestro derecho a pensar y ser libres, es cuando hablamos de opresión y de la necesidad de una emancipación o liberación. La Revolución Francesa es hija de estos planteamientos y solo será una radicalización de los mismos. Libertad, igualdad y fraternidad será la consigna utilizada para destruir la sociedad de estamentos y la monarquía absoluta.

 

 

Ø La filosofía de Marx.

 El filósofo que representa mejor este planteamiento es sin duda alguna, Karl Marx. Este filósofo del siglo XIX fue muy crítico con filósofos que especulaban sobre metafísica y cosas abstractas, sin darse cuenta que vivían en una sociedad completamente enferma e injusta, producto de la revolución industrial.

Marx sostenía lo siguiente: la gente que investigaba sobre la filosofía hasta aquel momento era relativamente acomodada. En Grecia, el sistema económico es el esclavismo y ellos son los amos: Sócrates, Platón y Aristóteles, los más grandes pensadores de la antigüedad, tienen esclavos y a menudo viven de rentas. Tienen su futuro resuelto y pueden dedicarse con toda comodidad a este tipo de temas. Igual ocurría con los clérigos de la Edad Media, o con los pensadores de la Edad Moderna. Esos pensadores, por muy buenos que fueran, pensaban siempre de acuerdo con sus intereses económicos y políticos: no intentaban modificar la realidad de los demás, y en concreto las de los más desfavorecidos –pobre, esclavos, parias, mujeres, deficientes etc etc…. De ahí que Marx hiciera de la siguiente cita su máxima filosófica más famosa. 

 

“Hasta este momento los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo. Es hora de transformarlo”. (Karl Marx, Once Tesis Sobre Feuerbach, 1845)

 

¿Tenía razón Marx? Indudablemente sí. Independientemente de si somos socialistas o no, la filosofía nunca podría volver a dejar de lado el mundo creado por los hombres. La filosofía tiene una función crítica sobre la sociedad establecida. En el caso de Marx, mostrar a la sociedad del siglo XIX que el sistema capitalista sin ninguna restricción, generaba unas injusticias sociales terribles.  Este enfoque se prolonga hasta nuestros días, hasta el punto que muchas teorías de la filosofía no se entienden si no es como una actitud y respuesta crítica hacia el sistema político, económico o cultural establecido.

 

6.4.      La filosofía bajo sospecha.

 

A finales del siglo XIX, la filosofía hace autocrítica. El balance, después de 2000 años,  no es del todo bueno. La filosofía ha planteado muchas preguntas, pero ninguna respuesta definitiva. Por un lado es la madre de todas las ciencias, pero áreas tan distintas como la física, la biología, la economía o la psicología, que eran todas partes de la filosofía, han conseguido el estatuto de ciencia y dan respuestas más concretas a esas viejas preguntas.  Pero además, hay una sospecha mucho más profunda. ¿Realmente la filosofía era tan pura como se veía a ella misma? ¿Realmente buscaba la verdad más absoluta, como creía Platón o Aristóteles? ¿Realmente intentaba ser justa, como creían los ilustrados? ¿La razón humana es un buen camino para llegar a la verdad o el bien, como defendían Descartes o Kant?

Hay tres autores, a los que se les llamaron después maestros de la sospecha, que combinan una crítica radical hacia la sociedad europea del siglo XIX con una demolición de sus dos pilares culturales: el Dios cristiano (la religión) y la razón griega (la filosofía). No solo van a ser los fundadores del ateísmo, sino que también se llevarán la propia filosofía por delante en su crítica. 

 

Ø    MARX (1816-1883): Acabamos de ver a Marx como defensor de una filosofía práctica (es decir, ética, política), pero esto se hará al coste de quebrar la vieja filosofía tradicional. De acuerdo con Marx, el ser humano está marcado desde su nacimiento por la  pertenencia a una sociedad dominada por las relaciones económicas y el injusto reparto de la riqueza. La característica fundamental del hombre según Marx será su trabajo (sometido y regulado por el sistema económico en el que vive), y no su condición racional, por lo que la filosofía pasa a un segundo orden de preferencia. Es más, la filosofía, la religión y la cultura han sido habitualmente “ideologías”, engaños de los más ricos para someter a los más pobres. De ahí que para Marx, la religión y la filosofía tradicional no es más que “opio para el pueblo”, una artimaña para hacer que los pobres no tomen conciencia de su situación y sigan adormecidos.

 

Ø    NIETZSCHE (1844-1900): Es el más radical de este grupo de filósofos, y sin duda el más demoledor y destructor de las creencias tradicionales. Según Nietzsche tanto la filosofía como la ciencia son un fraude porque ha intentado buscar un concepto, una esencia cerrada de la realidad. Desde Platón hasta la ciencia actual, se ha intentado distinguir entre lo que es verdad y lo que no lo es. Pero Nietzsche dice que la vida y la existencia humana están siempre más allá de ese intento.

Para Nietzsche, el hombre está marcado por un instinto de dominación (la voluntad de poder) fomentado por la creatividad individual. Los individuos auténticos desean conocer y sentir la realidad que les rodea para controlarla, disfrutarla, exprimirla y buscar sentido a su existencia, independientemente de lo que puedan pensar los demás. Cada individuo entiende la realidad y encuentra sentido en ella de forma distinta. Hitler, Bill Gates, Einstein o Leonardo Da Vinci buscaron su forma de estar en el mundo. Cada uno intentó conquistarlo de una manera diferente, por la guerra, el dinero, la ciencia o el arte. 

El problema radica, a nivel histórico, en que esta minoría de hombres “fuertes”, que exaltaban el dominio, la creatividad o la vitalidad ha sido reprimida por una inmensa mayoría de hombres débiles, que impuso una “moral de esclavos” sobre la “moral de señores”, marcada por el miedo, el resentimiento y la represión y el no salirse de las convenciones que marque la sociedad. En la cúspide de todo este orden aparecería nuevamente un Dios cristiano, que te dice lo que tienes que hacer y lo que no. La conclusión para Nietzsche es que Dios debe desaparecer, para que el individuo sobreviva.

 

Ø    FREUD: Fue un psicólogo de principios del siglo XX, y formuló un fuerte ataque contra la cultura occidental. La psicología y la filosofía tradicional habían colocado como centro de su estudio la parte consciente del ser humano, dominado fundamentalmente por la racionalidad. Él sin embargo se dio cuenta que ese estudio era incompleto: dejaba a un lado el inconsciente, reprimido y dominado por los instintos, que constituyen en realidad la auténtica naturaleza del hombre (los impulsos sexuales). Es decir, el ser humano es básicamente instintivo, emocional, y no racional y equilibrado.

Según este autor, la cultura occidental es un fraude, un intento de reprimir los impulsos del hombre a través de todas sus realizaciones (religiosas, filosóficas, sociales etc.). Es por ello que Freud también ataca a Dios. Dios representa todos esos valores contrarios a los instintos, y tiene una ambivalencia en nuestra cultura. Llamamos a Dios “padre”. Pero la figura de un padre es a veces esquizofrénica. Muchas veces nos ama, pero también nos reprime y nos castiga con dureza. El Dios bíblico fundamentalmente castiga al pecador y al desviado. Si el padre reprime los instintos y nos hace sentir mal por nuestros pecados, la única solución pasa por eliminarlo (“Debemos matar al padre”).

 

Ø  Conclusión: La crisis de la sociedad tradicional.

La sombra de estos últimos filósofos ha sido muy alargada, hasta el punto de que muchos filósofos de hoy en día consideran que somos sus descendientes.

Junto a estos autores, los valores de la sociedad tradicional europea se tambalearon y fueron la justificación última de todo aquel tipo de disidente que se opusiera a lo “moralmente bien visto”, o a la opinión general: cosas tan diferentes como el movimiento feminista, la lucha obrera, el descubrimiento de las drogas, la liberación sexual, la crítica a la represión en la educación o el ecologismo se pueden considerar como herederos últimos suyos. También ha habido una respuesta: los creyentes del siglo XX han reafirmado sus creencias haciendo de Dios algo más personal, cercano y menos represor de lo que expresaban estos maestros de la sospecha.

En el fondo, al final de este recorrido acabamos con una pregunta aún más radical, que sigue siendo filosófica y que es la pregunta con la que arrancaba el tema. ¿Tiene algún sentido todo esto? ¿Tiene sentido una vida falsa? ¿Tiene sentido una vida confinada por un coronavirus? ¿Tiene sentido una vida en un campo de concentración? ¿O no es mejor dejarse llevar por lo cotidiano y hacernos preguntas menos elevadas? ¿Se comerá Raúl Pavón las galletas de mi desayuno? ¿Llegaré algún día a ser tan alta como Alicia? Por eso un escritor y filósofo existencialista, llamado Albert Camus lanza una cita concluyente al respecto:

 

“La única pregunta importante de la filosofía es el suicidio.

Saber si la vida merece ser vivida o si por el contrario,

debe ser dejada de lado…”            

( Albert Camus)

                       


 

 

ESQUEMA DE FILÓSOFOS MENCIONADOS

 

 

Filosofía

Antigua

 

Filosofía moderna

Filosofía de la emancipación

Filosofía de la sospecha

Filosofía

del siglo XX

Cronología

Sg. VI AC-XVI DC

       Atenas

s.XVII-XVIII

Revolución científica

s.XVIII-XIX

Revolución Francesa

s.XIX-XX

Revolución industrial

 

Siglo XX

Guerras Mundiales

Temática,

preocupación

Saber por el saber, asombro y admiración ante el mundo.

 

Preocupación

por el conocimiento

Verdadero.

Preocupación ética por un mundo mejor y más justo.

Desconfianza ante la filosofía, la ciencia, la religión o la tradición.

Disolución de la filosofía

Filósofos primordiales

Tales, Sócrates

Platón, Aristóteles.

Descartes,

Hume, Kant.

Ilustración, Kant, Marx

Marx,

Nietzsche

Freud

Heidegger

Wittgenstein

Existencialismo

En el siglo XXI

Ciencias contemporáneas

Escuela de Frankfurt.

Postmodernidad

 

 

 



[1] Convención (convencional, convencionalismo): acuerdo entre los individuos integrantes de una  sociedad en torno a normas y comportamientos de convivencia. Por lo general, los asumimos inconscientemente en nuestro proceso de aprendizaje a lo largo de la vida, y aunque son necesarios, a menudo no se cuestionan de forma crítica. Una persona convencional es una persona que se ajusta al canon establecido por la sociedad en la que vive y que por lo general rechaza cualquier cambio o crítica sobre ese canon.

[2] Filósofo y ensayista español (1889-1955). Es tal vez el filósofo más importante que ha tenido nuestro país en toda su historia. 

[3] Tedio: algo aburrido y patatero.

[4] Empírico: conocimiento facilitado por nuestros sentidos. Se opone al racionalismo, conocimiento filosófico originado desde nuestra propia reflexión interna.

[5] Recordemos el significado de esa palabra: el agnosticismo se plantea la imposibilidad de emitir un juicio sobre Dios, porque no podemos conocerlo a través del conocimiento científico y porque en nuestra experiencia vita

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